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el coloquio de los centauros

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Rub�n Dar�o


El Coloquio de los centauros

 
 

En la isla en que detiene su esquife el argonauta
del inmortal Ensue�o, donde la eterna pauta
de las eternas liras se escucha �isla de oro
en que el trit�n elige su caracol sonoro
y la sirena blanca va a ver el sol� un d�a
se oye el tropel vibrante de fuerza y de harmon�a.

Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente
la monta�a. De lejos, forman s�n de torrente
que cae; su galope al aire que reposa
despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.

Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros
alegres y saltantes como j�venes potros;
unos con largas barbas como los padres-r�os;
otros imberbes, �giles y de piafantes br�os,
y robustos m�sculos, brazos y lomos aptos
para portar las ninfas rosadas en los raptos.

Van en galope r�tmico, Junto a un fresco boscaje,
frente al gran Oc�ano, se paran. El paisaje
recibe de la urna matinal luz sagrada
que el vasto azul suaviza con l�mpida mirada.
Y oyen seres terrestres y habitantes marinos
la voz de los crinados cuadr�pedos divinos.


QUIR�N
Calladas las bocinas a los tritones gratas,
calladas las sirenas de labios escarlatas,
los carrillos de Eolo desinflados, digamos
junto al laurel ilustre de florecidos ramos
la gloria inmarcesible de las Musas hermosas
y el triunfo del terrible misterio de las cosas.
He aqu� que renacen los lauros milenarios;
vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios;
y an�mase en mi cuerpo de Centauro inmortal
la sangre del celeste caballo paternal.


RETO
Arquero luminoso, desde el Zod�aco llegas;
aun presas en las crines tienes abejas griegas;
aun del dardo herakleo muestras la roja herida
por do salir no pudo la esencia de tu vida.
�Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana
de la verdad que busca la triste raza humana:
aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia;
siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia
con el manjar salvaje que le ofreciste un d�a,
y Herakles, descuidando su maza, en la harmon�a
de los astros, se eleva bajo el cielo nocturno...


QUIR�N
La ciencia es flor del tiempo: mi padre fue Saturno.


ABANTES
Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre
de la tierra y al germen que entre las rocas y entre
las carnes de los �rboles, y dentro humana forma,
es un mismo secreto y es una misma norma,
potente y sutil�simo, universal resumen
de la suprema fuerza, de la virtud del Numen.


QUIR�N
�Himnos! Las cosas tienen un ser vital; las cosas
tienen raros aspectos, miradas misteriosas;
toda forma es un gesto, una cifra, un enigma;
en cada �tomo existe un inc�gnito estigma;
cada hoja de cada �rbol canta un propio cantar
y hay un alma en cada una de las gotas del mar;
el vate, el sacerdote, suele o�r el acento
desconocido; a veces enuncia el vago viento
un misterio; y revela una inicial la espuma
o la flor; y se escuchan palabras de la bruma;
y el hombre favorito del Numen, en la linfa
o la r�faga encuentra mentor �demonio o ninfa.


FOLO
El biforme ixionida comprende de la altura,
por la materna gracia, la lumbre que fulgura,
la nube que se anima de luz y que decora
el pavimento en donde rige su carro Aurora,
y la banda de Iris que tiene siete rayos
cual la lira en sus brazos siete cuerdas, los mayos
en la fragante tierra llenos de ramos bellos,
y el Polo coronado de c�ndidos cabellos.
El ixionida pasa veloz por la monta�a
rompiendo con el pecho de la maleza hura�a
los erizados brazos, las c�rceles hostiles;
escuchan sus orejas los ecos m�s sutiles:
sus ojos atraviesan las intrincadas hojas
mientras sus manos toman para sus bocas rojas
las frescas bayas altas que el s�tiro codicia;
junto a la oculta fuente su mirada acaricia
las curvas de las ninfas del s�quito de Diana;
pues en su cuerpo corre tambi�n la esencia humana
unida a la corriente de la savia divina
y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina.
Tal el hijo robusto de Ixi�n y de la Nube.


QUIR�N
Sus cuatro patas bajan; su testa erguida sube.


ORNEO
Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos
seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos
de bien y mal, de odio o de amor, o de pena
o gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena.


QUIR�N
Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo:
son formas del Enigma la paloma y el cuervo.


ASTILO
El Enigma es el soplo que hace cantar la lira.


NESO
�El Enigma es el rostro fatal de Deyanira!
MI espalda aun guarda el dulce perfume de la bella;
aun mis pupilas llaman su claridad de estrella.
�Oh aroma de su sexo! �O rosas y alabastros!
�Oh envidia de las flores y celos de los astros!


QUIR�N
Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa
con la marina espuma formara nieve y rosa,
hecha de rosa y nieve naci� la Anadiomena.
Al cielo alz� los brazos la l�rica sirena,
los curvos hipocampos sobre las verdes ondas
levaron los hocicos; y caderas redondas,
trit�nicas melenas y dorsos de delfines
junto a la Reina nueva se vieron. Los confines
del mar llen� el grandioso clamor; el universo
sinti� que un nombre harm�nico sonoro como un verso
llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre
hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre
m�s alto que el de Jove; y los n�menes mismos
lo oyeron asombrados; los l�bregos abismos
tuvieron una gracia de luz. �VENUS impera!
Ella es entre las reinas celestes la primera,
pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura.
�Vaso de miel y mirra brot� de la amargura!
Ella es la m�s gallarda de las emperatrices;
princesa de los g�rmenes, reina de las matrices,
se�ora de las savias y de las atracciones,
se�ora de los besos y de los corazones.


EURITO
�No olvidar� los ojos radiantes de Hipodamia!


HIPEA
Yo s� de la hembra humana la original infamia.
Venus anima artera sus m�quinas fatales;
tras sus radiantes ojos r�en traidores males;
de su floral perfume se exhala sutil da�o;
su cr�neo obscuro alberga bestialidad y enga�o.
Tiene las formas puras del �nfora, y la risa
del agua que la brisa riza y el sol irisa;
mas la ponzo�a ing�nita su m�scara pregona:
mejores son el �guila, la yegua y la leona.
De su h�meda impureza brota el calor que enerva
los mismos sacros dones de la imperial Minerva;
y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte,
hay un olor que llena la barca de Caronte.


ODITES
Como una miel celeste hay en su lengua fina;
su piel de flor aun h�meda est� de agua marina.
Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora,
la cabellera espesa, la pierna vencedora;
ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto;
ante su rostro ol�mpico no habr�a rostro adusto;
las Gracias junto a ella quedar�an confusas,
y las ligeras Horas y las sublimes Musas
por ella detuvieran sus giros y su canto.


HIPEA
Ella la causa fuera de inenarrable espanto:
por ella el ixionida dobl� su cuello fuerte.
La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte.


QUIR�N
Por suma ley un d�a llegar� el himeneo
que el so�ador aguarda: Cenis ser� Ceneo;
claro ser� el origen del femenino arcano:
la Esfinge tal secreto dir� a su soberano.


CLITO
Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos
a los humanos seres; la clave de los hechos
con�cela el vidente; Homero con su b�culo,
en su gruta Deifobe, la lengua del Or�culo.


CAUMANTES
El monstruo expresa un ansia del coraz�n del Orbe,
en el Centauro el bruto la vida humana absorbe,
el s�tiro es la selva sagrada y la lujuria,
une sexuales �mpetus a la harmoniosa furia.
Pan junta la soberbia de la monta�a agreste
al ritmo de la inmensa mec�nica celeste;
la boca melodiosa que atrae en Sirenusa
es de la fiera alada y es de la suave musa;
con la bicorne bestia Pasifae se ayunta,
Naturaleza sabia formas diversas junta,
y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza,
el monstruo, siendo el s�mbolo, se viste de belleza.


GRINEO
Yo amo lo inanimado que am� el divino Hesiodo.


QUIR�N
Grineo, sobre el mundo tiene un �nima todo.


GRINEO
He visto, entonces, raros ojos fijos en m�:
los vivos ojos rojos del alma del rub�;
los ojos luminosos del alma del topacio
y los de la esmeralda que del azul espacio
la maravilla imitan; los ojos de las gemas
de brillos peregrinos y m�gicos emblemas.
Amo el granito duro que el arquitecto labra
y el m�rmol en que duermen la l�nea y la palabra...


QUIR�N
A Deucali�n y a Pirra, varones y mujeres
las piedras aun intactas dijeron: "�Qu� nos quieres?"


L�CIDAS
Yo he visto los lemures florar, en los nocturnos
instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos
el loco grito de Atis que su dolor revela
o la maravillosa canci�n de Filomela.
El galope apresuro, si en el boscaje miro
manes que pasan, y oigo su f�nebre suspiro.
Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio,
guarda el pavor sagrado de su fatal misterio.


ARNEO
La Muerte es de la Vida la inseparable hermana.


QUIR�N
La Muerte es la victoria de la progenie humana.


MED�N
�La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
ni ase corva guada�a, ni tiene faz de angustia.
Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
en su rostro hay la gracia de la n�bil doncella
y lleva una guirnalda de rosas siderales.
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
y en su diestra una copa con agua del olvido.
A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.


AMICO
Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte.


QUIR�N
La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte.


EURITO
Si el hombre �Prometeo� pudo robar la vida,
la clave de la muerte ser�le concedida.


QUIR�N
La virgen de las v�rgenes es inviolable y pura.
Nadie su casto cuerpo tendr� en la alcoba obscura,
ni beber� en sus labios el grito de la victoria,
ni arrancar� a su frente las rosas de su gloria...


* * *

Mas he aqu� que Apolo se acerca al meridiano.
Sus truenos prolongados repite el Oceano.
Bajo el dorado carro del reluciente Apolo
vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo.
A lo lejos, un templo de m�rmol se divisa
entre laureles-rosa que hace cantar la brisa.
Con sus vibrantes notas de C�firo desgarra
la veste transparente la hel�nica cigarra,
y por el llano extenso van en tropel sonoro
los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.

 

Annie Scott Tyler
el coloquio de los centauros  

� Yoyita

   

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