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 A ti mi peque�a, huerto de Diriang�n; 
a ti, mi peque�a, 
la de San Jacinto, 
la del Coronel Estrada, donde el invasor 
dej� su testa desprendida en el suelo 
por el tajo certero de Faustino Salmer�n, 
el campesino de San Ildefonso. 
 A ti, mi peque�ita, 
mi campesina humilde, 
la ultrajada por el marinero rubio 
en las Segovias. Te devolvi� 
la honra el nacido en Niquinohomo, 
el peque�o, el Sandino de 
El Ocotal y El Chipote 
San Fernando y Santa Clara 
Murra y Telpaneca 
Santa Rosa y El Mantiado. 
 A ti, mi peque�a, 
a ti, mi ni�a morena y bonita 
a ti, dulce; a ti, tierna, 
quisieran los c�ndores llevarte 
sobre sus alas enormes. 
Para alzarte, para elevarte 
hasta la regi�n m�s alta, 
como a la m�s bella de las 
/ diosas 
 A ti, peque�a m�a, la mejor, 
hoy, en tu d�a, te ofrezco 
este poema blanco y azul. 
Lo que quiero. Lo que soy.   | 
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