Env�e esta p�gina del discurso Una uni�n m�s perfecta del Senador Baraack Obama a una amigo

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Una Union mas perfecta
del Senador Barack Obama?
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Nosotros, el pueblo,
para poder formar
una unión más perfecta


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Nosotros, el pueblo, para poder formar una unión más perfecta

Barack Obama
Presidente electo Barack Obama
Nosotros, el pueblo, para poder formar una unión más perfecta
Constitution Center Philadelphia, Pennsylvania
 
 
Jim Crow Laws
Civil Rights Act of 1964
Civil Rights Brown vs Board of Education 347 US 483
Civil Rights Sculpture














"Nosotros, el pueblo, para poder formar una unión más perfecta."

Hace doscientos veinti�n a�os, en una sala que todav�a existe al frente de este lugar, un grupo de hombres se reuni� y con estas simples palabras, lanzaron el improbable experimento Americano en democracia. Campesinos y acad�micos; hombres de Estado y patriotas, habiendo cruzado un oc�ano escapando tiran�a y persecuci�n, finalmente realizaron su declaraci�n de independencia en una convenci�n en Philadelphia que dur� hasta la primavera de 1787.

El documento producido por ellos eventualmente fue firmado pero, en �ltima instancia, qued� inconcluso. Estaba manchado por el pecado original de la esclavitud en esta naci�n, una pregunta que dividi� las colonias y llev� a la convenci�n a un punto muerto hasta que los pr�ceres escogieron permitir la continuaci�n del tr�fico de esclavos por al menos veinte a�os m�s, y dejar la resoluci�n final a generaciones futuras. Por supuesto, la respuesta a la pregunta de la esclavitud ya estaba incorporada en nuestra Constituci�n - una Constituci�n que ten�a en su n�cleo central el ideal de ciudadan�a por igual bajo la ley; una Constituci�n que promet�a a su pueblo libertad, y justicia, y una uni�n que pod�a y deb�a ser perfeccionada con el pasar del tiempo.

Y a�n palabras en un pergamino no ser�an suficientes para liberar a los esclavos de su cautiverio, o proveer a cada hombre y mujer de todos los colores y credos con sus derechos y obligaciones plenas como ciudadanos de los Estados Unidos. Lo que har�a falta eran Americanos en generaciones sucesivas, los cuales estuvieran dispuestos a poner de su parte - a trav�s de protestas y luchas, en las calles y en las cortes, a trav�s de una guerra civil y desobediencia civil y siempre bajo un gran riesgo - para reducir la brecha entre la promesa de nuestros ideales y la realidad de su tiempo.

Esta fue una de las tareas que nos propusimos al comienzo de esta campa�a - continuar la larga marcha de aquellos que vinieron antes de nosotros, una marcha por una Am�rica m�s justa, igualitaria, libre, compasiva y pr�spera. Decid� ser candidato a la presidencia en este momento hist�rico porque creo firmemente que no podemos resolver los retos de nuestro tiempo si no los resolvemos juntos - si no perfeccionamos nuestra uni�n entendiendo que aunque tengamos historias diferentes, tenemos esperanzas en com�n; que aunque no coincidamos en apariencia o en origen, queremos movernos en la misma direcci�n - hacia un futuro mejor para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

Esta creencia viene de mi fe infatigable en la decencia y generosidad del pueblo Americano. Pero tambi�n viene de mi propia historia Americana.

Soy el hijo de un hombre negro de Kenya y de una mujer blanca de Kansas. Fui criado con la ayuda de un abuelo blanco que sobrevivi� una Depresi�n para servir en el Ej�rcito de Patton durante la Segunda Guerra Mundial, y de una abuela blanca que trabaj� en una l�nea de ensamblaje de bombarderos en el Fuerte Leavenworth mientras �l estaba ausente. He estudiado en algunas de las mejores escuelas en Am�rica y he vivido en una de las naciones m�s pobres del mundo. Estoy casado con una Americana negra que lleva en s� la sangre de esclavos y esclavistas - una herencia que transmitimos a nuestras preciosas hijas. Tengo hermanos, hermanas, sobrinas, sobrinos, t�os y primos de toda raza y de todo matiz, esparcidos por tres continentes, y mientras viva, nunca olvidar� que en ning�n otro pa�s en este planeta mi historia ser�a apenas posible.

Es una historia que no me ha hecho el candidato m�s convencional. Pero es una historia que ha sellado en mis genes la idea que esta naci�n es m�s que la suma de sus partes - que de entre todos, somos verdaderamente uno. A lo largo del primer a�o de esta campa�a, a pesar de todas las predicciones en contra, vimos c�mo hambriento estaba el pueblo Americano por este mensaje de unidad. A pesar de la tentaci�n de ver mi candidatura a trav�s de un lente puramente racial, ganamos victorias contundentes en estados con algunas de las poblaciones m�s blancas del pa�s. En Carolina del Sur, donde la Bandera Confederada todav�a ondea, construimos una coalici�n poderosa de africano-americanos y blancos.

Esto no quiere decir que el asunto de la raza no ha sido relevante en la campa�a. En varias etapas de la campa�a, algunos comentaristas me han caracterizado como "demasiado negro" o "insuficientemente negro". Vimos tensiones raciales salir a la superficie durante la semana antes de la elecci�n primaria en Carolina del Sur. La prensa ha escudri�ado todas las encuestas de salida por la evidencia m�s reciente de polarizaci�n racial, no solamente en t�rminos de blanco y negro, sino tambi�n entre negro y marr�n. I a�n as�, s�lo ha sido en las �ltimas dos semanas que la discusi�n de raza en esta campa�a he tomado un sesgo particularmente divisivo.

En un extremo del espectro, hemos escuchado la implicaci�n de que mi candidatura es de alguna forma un ejercicio en discriminaci�n positiva; que est� basada solamente en el deseo de liberales ingenuos por comprar reconciliaci�n racial a bajo costo. En el otro extremo, hemos o�do que mi pastor anterior, el Reverendo Jeremiah Wright, usa un lenguaje incendiario para expresar puntos de vista que tienen el potencial no s�lo de exacerbar divisiones raciales, sino tambi�n puntos de vista que denigran tanto la grandeza como la bondad de nuestra naci�n; que con raz�n ofenden a negros y blancos por igual.

Ya he condenado, en t�rminos inequ�vocos, las afirmaciones del Reverendo Wright que han causado tal controversia. Para algunos, todav�a quedan preguntas inquietantes. �Sab�a yo que �l era ocasionalmente un cr�tico feroz de pol�ticas Americanas, dom�sticas y externas? Por supuesto. �Alguna vez lo escuch� hacer observaciones que podr�an ser consideradas controversiales mientras asist�a a la iglesia? S�. �Estuve en fuerte desacuerdo con muchos de sus puntos de vista pol�ticos? Absolutamente - de igual manera que estoy seguro muchos de ustedes han o�do palabras de sus pastores, sacerdotes y rabinos con los cuales ustedes est�n en fuerte desacuerdo.

Pero las afirmaciones que han causado esta tormenta reciente no fueron simplemente controversiales. No fueron simplemente el esfuerzo de un dirigente religioso por denunciar injusticias percibidas. En su lugar, representaron un punto de vista profundamente distorsionado de este pa�s - un punto de vista que ve el racismo blanco como end�mico, y que eleva todo lo que es malo de Am�rica por encima de todo lo que sabemos que es bueno de Am�rica; un punto de vista que ve los conflictos en el Medio Oriente como derivados primordialmente de las acciones de aliados robustos como Israel, en lugar de emanar de las ideolog�as perversas y llenas de odio del Islam radical.

Como tal, los comentarios del Reverendo Wright no s�lo eran incorrectos sino tambi�n divisivos, divisivos en un momento cuando necesitamos unidad; racialmente cargados cuando tenemos que juntarnos para resolver un conjunto de problemas monumentales - dos guerras, una amenaza terrorista, una econom�a a punto de falla, una crisis cr�nica de cuidado de salud y cambio clim�tico potencialmente devastador; problemas que no son blancos o negros o Latinos o Asi�ticos, sino m�s bien problemas que nos afectan a todos nosotros. Dados mis antecedentes, mi matiz pol�tico, y los valores e ideas que he profesado, sin duda quedar�n aquellos para los cuales mis declaraciones de condenaci�n no son suficientes. �En principio, porqu� asociarme con el Reverendo Wright, se preguntar�n?

�Porqu� no pertenecer a otra iglesia? Y yo confieso que si todo lo que yo supiera del Reverendo Wright fueran los recortes de esos sermones que han diseminado en un ciclo infinito en la televisi�n y en YouTube, o si la Iglesia de Cristo de La Trinidad fuera un reflejo fiel de las caricaturas que algunos comentaristas est�n tratando de vender, no hay duda que mi reacci�n ser�a mayormente la misma.

Pero la verdad es, que eso no es todo lo que yo s� de este hombre. El hombre que yo conoc� hace m�s de veinte a�os es un hombre que ayud� a encontrarme con mi fe cristiana, un hombre que me habl� de nuestras obligaciones de amarnos el uno al otro, de cuidar al enfermo y levantar al pobre. El es un hombre que sirvi� a su pa�s como Marine de los Estados Unidos; que ha estudiado y ense�ado en algunas de las mejores universidades y seminarios del pa�s, y que por m�s de treinta a�os dirigi� a una iglesia que sirve a la comunidad haciendo el trabajo de Dios aqu� en la Tierra - dando hogar a los que no lo tienen, ministrando a los necesitados, proveyendo servicios de cuidado diario y becas y ministerio de prisiones, y extendiendo su mano a aquellos que sufren de VIH/SIDA.

En mi primer libro, Sue�os De Mi Padre, describ� la experiencia de mi primer servicio en la iglesia de La Trinidad:
"La gente comenz� a gritar, a levantarse de sus asientos y aplaudir y exclamar, un viento fuerte llevando la voz del reverendo hasta las vigas del techo... Y en esa sola nota - �esperanza! - Escuch� algo m�s: Al pie de esa cruz, dentro de miles de iglesias a trav�s de la ciudad, me imaginaba las historias de negros ordinarios mezcl�ndose con las historias de David y Goliat, Mois�s y el Fara�n, los cristianos en el foso de los leones, el campo de huesos secos de Ezequiel. Esas historias - de supervivencia, de libertad, y esperanza - se convirtieron en nuestra historia, mi historia; la sangre derramada era nuestra sangre, las l�grimas nuestras l�grimas; hasta que esta iglesia negra, en este d�a brillante, parec�a una vez m�s una nave llevando la historia de un pueblo hacia generaciones futuras y hacia un mundo m�s grande. Nuestras pruebas y triunfos se hicieron al mismo tiempo �nicos y universales, negros y m�s que negros; en la cr�nica de nuestra jornada, las historias y canciones nos dieron un mecanismo para reclamar memorias por las cuales no ten�amos que sentir verg�enza... memorias que todos podr�an estudiar y acoger - y con las cuales pod�amos comenzar a reconstruir."

Esa ha sido mi experiencia en La Trinidad. Al igual que otras iglesias predominantemente negras a lo largo del pa�s, la iglesia de La Trinidad personifica la comunidad negra en su totalidad - el doctor y la madre que recibe asistencia, el estudiante modelo y el ex miembro de una pandilla. Como en otras iglesias negras, los servicios en La Trinidad est�n llenos de risa alborotada y a veces humor vulgar. Est�n llenos de danza, de aplauso, gritos y exclamaciones que pueden parecer discordantes a un o�do no acostumbrado. La iglesia contiene en su totalidad la bondad y la crueldad, la inteligencia feroz y la ignorancia chocante, las luchas y �xitos, el amor y s�, la amargura y la parcialidad que forman parte de la experiencia del negro en Am�rica.

Y esto ayuda a explicar, quiz�s, mi relaci�n con el Reverendo Wright. Tan imperfecto como �l pueda ser, �l ha sido como parte de mi familia. El fortaleci� mi fe, ofici� en mi boda, y bautiz� a mis hijas. Ni una vez en mis conversaciones con �l lo he o�do hablar de ning�n grupo �tnico en t�rminos derogatorios, o tratar personas blancas con las cuales ha interactuado que no sea con cortes�a y respeto. En �l est�n contenidas las contradicciones - lo bueno y lo malo - de la comunidad que �l ha servido diligentemente por tantos a�os. No puedo repudiarlo a �l como no puedo repudiar la comunidad negra. No puedo repudiarlo como no puedo repudiar a mi abuela blanca - una mujer que ayud� a criarme, una mujer que se sacrific� una y otra vez por m�, una mujer que me ama tanto como a nadie m�s en este mundo, pero una mujer que una vez confes� su miedo de los hombres negros que pasaban cerca de ella en la calle, y quien m�s de una vez ha proferido estereotipos raciales o �tnicos que me causaban disgusto Todas estas personas son parte de m�. Y son parte de Am�rica, este pa�s que yo amo.

Algunos ver�n esto como un intento de justificar o excusar comentarios que son simplemente inexcusables. Les puedo asegurar que no lo es. Supongo que la alternativa pol�ticamente segura ser�a poner este episodio en el pasado y esperar que se desvanezca. Podemos descartar al Reverendo Wright como un exc�ntrico o un demagogo, de la misma manera que algunos han descartado a Geraldine Ferraro, en la secuela de sus declaraciones recientes, como a alguien que abriga un prejuicio racial profundo.

Pero la raza es un asunto el cual yo creo que esta naci�n no se puede dar el lujo de ignorar en este momento. Estar�amos cometiendo el mismo error que el Reverendo Wright cometi� en sus sermones ofensivos sobre Am�rica - simplificar el estereotipo y amplificar lo negativo hasta el punto de distorsionar la realidad. La realidad es que los comentarios hechos y los temas que han salido a la superficie en las semanas recientes reflejan la complejidad de la raza en este pa�s, las cuales nunca hemos realmente procesado y resuelto - una parte de nuestra uni�n que todav�a tenemos que perfeccionar. Y si nos alejamos ahora, si simplemente nos retiramos a nuestras respectivas esquinas, nunca podremos juntarnos y resolver retos como cuidado de salud, o educaci�n, o la necesidad de proporcionar buenos trabajos para todos lo Americanos.

Para entender esta realidad, hace falta recordar c�mo llegamos a este punto. Como Faulkner una vez escribi�, "El pasado no est� muerto y enterrado. De hecho, ni siquiera ha pasado." No tenemos que recitar aqu� la historia de injusticias raciales en este pa�s. Pero tenemos que recordarnos que tantas de las disparidades que existen en la comunidad afro americana hoy en d�a pueden ser atribuidas directamente a desigualdades transmitidas de una generaci�n anterior la cual sufri� bajo el legado brutal de la esclavitud y la segregaci�n de las leyes Jim Crow.

Las escuelas segregadas fueron, y son, escuelas inferiores; todav�a no las hemos arreglado, cincuenta a�os despu�s del veredicto de Brown versus el Consejo de Educaci�n, y la educaci�n inferior que ofrecieron, entonces y ahora, ayuda a explicar la perenne brecha acad�mica entre los estudiantes blancos y negros. La discriminaci�n legalizada - donde a los negros se les impidi�, a menudo con violencia, ser due�os de propiedades, o no se otorgaban pr�stamos a afro americanos due�os de negocios, o negros due�os de viviendas no ten�an acceso a hipotecas subsidiadas FHA, o se exclu�a a negros de pertenecer a sindicatos, o a los cuerpos policiales, o a cuerpos de bomberos - tuvo como consecuencia que las familias negras no pudieron amasar ninguna riqueza substancial para legar a generaciones futuras. Esa historia ayuda a explicar la brecha en ingreso y en riquezas entre negros y blancos, y las zonas concentradas de pobreza que persisten en tantas de las comunidades urbanas y rurales de la actualidad.

Una falta de oportunidades econ�micas entre hombres negros, y la verg�enza y frustraci�n proveniente de no poder proveer por sus familias, contribuyeron a la erosi�n de familias negras - un problema empeorado por muchos a�os de pol�ticas de beneficencia. Y la falta de servicios b�sicos en tantas vecindades negras urbanas - parques donde los ni�os pueden jugar, polic�as haciendo sus rondas, recolecci�n regular de basura y cumplimiento de c�digos de construcci�n - todos han ayudado a crear un ciclo de violencia, deterioro y descuido que a�n nos persigue.

Esta es la realidad en la cual crecieron el Reverendo Wright y otros afro americanos de su generaci�n. Se hicieron adultos al final de los a�os cincuenta y comienzo de los sesenta, una �poca cuando la segregaci�n todav�a era la ley de la tierra y la oportunidad era restringida sistem�ticamente. Lo que es notable no es cu�ntos fallaron frente a la discriminaci�n, sino m�s bien cu�ntos hombres y mujeres se sobrepusieron a unas probabilidades que estaban en su contra; cu�ntos pudieron construir una salida del encierro para aquellos como yo que vendr�an detr�s de ellos.

Pero por todos aquellos que pudieron abrirse paso para lograr un pedazo del Sue�o Americano, hubo muchos que no pudieron - aquellos que fueron al final derrotados, de una forma u otra, por la discriminaci�n. El legado de la derrota fue transmitido a generaciones futuras - esos j�venes y ahora cada vez m�s jovencitas a quienes vemos parados en las calles o languideciendo en nuestras c�rceles, sin esperanza o prospectos para el futuro. A�n para aquellos negros que lo lograron, asuntos de raza y racismo contin�an definiendo su visi�n del mundo de manera fundamental.

A veces, los pol�ticos se aprovechan de esa rabia para cosechar votos a lo largo de las divisiones raciales, o para compensar por sus propias deficiencias como pol�ticos. Y ocasionalmente encuentra voz en la iglesia el domingo por la ma�ana, en el p�lpito y en los bancos. El hecho de que tantas personas se sorprendan al o�r la rabia en algunos de los sermones del Reverendo Wright simplemente nos recuerda el viejo dicho que la hora m�s segregada in la vida Americana ocurre el domingo por la ma�ana. Esta rabia no es siempre productiva; de hecho, muy a menudo distrae la atenci�n de la resoluci�n de problemas reales; nos impide enfrentar directamente nuestra complicidad en nuestra propia condici�n, y previene a la comunidad afro americana de forjar las alianzas necesarias para posibilitar cambio real. Pero la rabia es real; es poderosa; y simplemente deseando que se vaya, conden�ndola sin entender sus ra�ces, s�lo sirve para ampliar el abismo de malentendidos que existe entre las razas.

De hecho, una rabia similar existe entre algunos segmentos de la comunidad blanca. La mayor�a de los blancos de clase media y trabajadora no se sienten particularmente privilegiados por su raza. Su experiencia es la experiencia del inmigrante - en lo que a ellos concierne, nadie les ha dado nada, todo lo han construido a partir de nada. Han trabajado duro todas sus vidas, muchas veces para ver sus trabajos enviados a otros pa�ses o sus pensiones desvanecidas luego de una vida entera de trabajo. Se sienten ansiosos por su futuro, y sienten sus sue�os escurr�rseles de las manos; en una �poca de sueldos estancados y competencia global, se concluye que la oportunidad es un juego de suma nula, en el cual tus sue�os se realizan a expensas de lo m�os. As� que cuando les dicen que deben enviar a sus hijos en autob�s al otro lado del pueblo; cuando se enteran de que un afro americano tiene una ventaja para obtener un trabajo o admisi�n en una buena escuela por una injusticia que ellos mismos nunca cometieron; cuando se les dice que sus miedos con respecto al crimen en vecindades urbanas de alguna forma son producto de prejuicio, se acumula resentimiento con el tiempo.

Como la rabia en la comunidad negra, estos resentimientos no son siempre expresados en ocasiones formales. Pero han ayudado a formar el paisaje pol�tico por lo menos por una generaci�n. La rabia contra programas de asistencia y contra discriminaci�n positiva ayud� a forjar la Coalici�n de Reagan. Los pol�ticos rutinariamente se han aprovechado del miedo al crimen para beneficiarse electoralmente. Presentadores de programas de discusi�n y comentaristas conservadores construyeron sus carreras como tales desenmascarando reportes falsos de racismo, al mismo tiempo que descartaban discusiones leg�timas de injusticia y desigualdad social como ejemplos de simple correctitud pol�tica o racismo reverso.

Igual que la rabia de los negros a menudo result� contraproducente, tambi�n los resentimientos de los blancos han distra�do la atenci�n de los verdaderos responsables del cerco a la clase media - una cultura corporativa llena de tratos deshonestos, pr�cticas cuestionables de contabilidad, y avaricia miope; un Washington dominado por cabilderos e intereses especiales; pol�ticas econ�micas que favorecen a los pocos a expensa de los muchos. Y todav�a, desear que desaparezcan los resentimientos de los americanos blancos, caracterizarlos como equivocados y hasta racistas, sin reconocer que est�n basados en preocupaciones leg�timas - esto tambi�n profundiza la divisi�n racial, y bloquea el camino hacia el entendimiento.

Aqu� es donde estamos ahora. Es un estancamiento racial en el cual hemos ca�do por muchos a�os. Contrario a lo que algunos de mis cr�ticos creen, blancos y negros, nunca he sido tan ingenuo como para creer que podemos sobreponernos a nuestras divisiones raciales en un solo ciclo electoral, o con una sola candidatura - particularmente un candidato ten imperfecto como yo.

Pero he afirmado mi firme convicci�n - una convicci�n enraizada en mi fe en Dios y mi fe en el pueblo Americano - que trabajando juntos podemos movernos m�s all� de nuestras viejas heridas raciales, y que de hecho no tenemos otra alternativa si vamos a continuar en el camino hacia una uni�n m�s perfecta. Para la comunidad afro americana, ese camino significa abrazar las cargas de nuestro pasado sin hacernos v�ctimas de nuestro pasado. Significa continuar insistiendo en justicia completa para todo aspecto de la vida americana.

Pero tambi�n significa atar nuestras propias reivindicaciones - por mejor cuidado de salud, y mejores escuelas, y mejores trabajos - a las aspiraciones m�s amplias de todos los americanos - la mujer blanca luchando para sobrepasar los l�mites impuestos a su g�nero, el hombre blanco que ha sido despedido, el inmigrante tratando de alimentar a su familia. Y significa tomar responsabilidad por nuestras propias vidas - demandando m�s de nuestros padres, y pasando m�s tiempo con nuestros hijos, y leyendo para ellos, y ense��ndoles que si bien puede que enfrenten retos y discriminaci�n en sus propias vidas, nunca deben sucumbir al desespero o al cinismo; deben siempre creer que ellos pueden ser autores de su propio destino. Ir�nicamente, esta m�s pura noci�n americana - y, s�, conservadora - de ayudarse uno a s� mismo encontr� expresi�n frecuente en los sermones del Reverendo Wright. Pero lo que mi previo pastor con demasiada frecuencia fall� en entender es que embarcarse en un programa de autoayuda tambi�n requiere la convicci�n de que nuestra sociedad puede cambiar.

El error profundo de los sermones del Reverendo Wright no consiste en hablar de racismo en nuestra sociedad. Consiste en hablar de nuestra sociedad como si fuera est�tica, como si no ha habido progreso; como si este pa�s - un pa�s que ha hecho posible que uno de sus propios miembros compita por el cargo m�s alto de todos y construya una coalici�n de blancos y negros; latinos y asi�ticos, ricos y pobres, j�venes y viejos - est� a�n atado irrevocablemente a un pasado tr�gico. Pero lo que sabemos - lo que hemos visto - es que Am�rica puede cambiar. Este el verdadero genio de esta naci�n. Lo que ya hemos logrado nos da esperanza - la audacia de tener esperanza - en lo que podemos y debemos lograr ma�ana.

En la comunidad blanca, el camino a una uni�n m�s perfecta significa reconocer que lo que aqueja a la comunidad afro americana no existe s�lo en la mente de los negros; que el legado de discriminaci�n - e incidentes actuales de discriminaci�n, si bien menos manifiestos que en el pasado - son reales y deben ser enfrentados. No s�lo con palabras, sino tambi�n con hechos - invirtiendo en nuestras escuelas y comunidades; haciendo cumplir nuestras leyes de derechos civiles y garantizando equidad en nuestro sistema de justicia criminal; dando a esta generaci�n escaleras de oportunidad que no estaban disponibles para generaciones anteriores. Requiere que todos los americanos se den cuenta que sus sue�os no tienen que realizarse a expensas de los m�os; que la inversi�n en la salud, el bienestar y la educaci�n de ni�os blancos, negros y marrones en �ltima instancia ayudar� a que prosperemos todos los americanos.

Al final, entonces, el llamado es por nada m�s, y nada menos, que lo que todas las grandes religiones del mundo demandan - que hagamos por los dem�s lo que quisi�ramos que ellos hicieran por nosotros. Seamos el guardi�n de nuestro hermano, nos dicen las Escrituras. Seamos el guardi�n de nuestra hermana. Encontremos ese inter�s com�n que todo tenemos el uno en el otro, y dejemos que nuestras pol�ticas tambi�n reflejen ese esp�ritu. Porque tenemos una alternativa en este pa�s.

Podemos aceptar una pol�tica que fomenta divisi�n, conflicto, y cinismo. Podemos enfrentar a la raza s�lo como un espect�culo - como hicimos en el juicio de O.J. Simpson - o luego de una tragedia, como en la secuela de Katrina - o como forraje para las noticias de la noche. Podemos mostrar los sermones del Reverendo Wright en todos los canales, todos los d�as y hablar de ellos desde ahora hasta las elecciones, y decidir que la �nica pregunta en esta campa�a es si el pueblo americano piensa o no piensa que yo de alguna manera creo en o simpatizo con sus palabras m�s ofensivas. Podemos utilizar un error de un simpatizante de Hillary como evidencia de que ella est� jugando el juego de la raza, o podemos especular si los hombres blancos todos se congregar�n del lado de John McCain en la elecci�n general sin importar sus posiciones pol�ticas.

Podemos hacer eso. Pero si lo hacemos, puedo decirles que en las elecciones despu�s de �stas, estaremos hablando de alguna otra distracci�n. Y luego otra. Y luego otra. Y nada cambiar�.

Esa es una opci�n. O, en este momento, en esta elecci�n, podemos juntarnos y decir, "Esta vez no." Esta vez queremos hablar de las escuelas derrumb�ndose que est�n robando el futuro de ni�os blancos y negros y asi�ticos e hispanos e ind�genas. Esta vez queremos rechazar el cinismo que nos dice que esos ni�os no pueden aprender; que esos ni�os que no lucen como nosotros son problema de otro. Los ni�os de Am�rica no son esos ni�os, son nuestros ni�os, y no los vamos a dejar quedarse atr�s en una econom�a del siglo veintiuno. Esta vez no.

Esta vez queremos hablar de las f�bricas clausuradas que una vez suministraron una vida decente para hombres y mujeres de todas las razas, y las casas ahora en venta que una vez pertenecieron a americanos de todas las religiones, de todas las regiones, de todos los segmentos de la sociedad. Esta vez queremos hablar de el hecho que el problema verdadero no es que alguien que no luce como t� pueda quitarte tu trabajo; es que la corporaci�n para la cual trabajas va a enviar ese trabajo al extranjero por no m�s raz�n que una ganancia econ�mica.

Esta vez queremos hablar de los hombres y mujeres de todo color y credo que sirven juntos, pelean juntos y sangran juntos bajo el orgullo de la misma bandera. Queremos hablar de c�mo traerlos de regreso a casa de una guerra que nunca debi� haber sido autorizada y que nunca debimos haber comenzado, y queremos hablar de c�mo vamos a mostrar nuestro patriotismo haci�ndonos cargo de ellos, y de sus familias, y d�ndoles los beneficios que se han ganado.

Yo no estar�a compitiendo para ser Presidente si no creyera con todo mi coraz�n que esto es lo que la gran mayor�a de los americanos quieren para este pa�s. Esta uni�n quiz�s nunca ser� perfecta, pero generaci�n tras generaci�n ha demostrado que siempre puede ser perfeccionada. Y hoy, siempre que me siento dudoso o c�nico sobre esta posibilidad, lo que me da m�s esperanza es la pr�xima generaci�n - los j�venes cuyas actitudes y creencias y disposici�n al cambio ya han hecho historia en esa elecci�n.

Hay una historia en particular que quisiera dejar con ustedes hoy - una historia yo cont� cuando tuve el honor de hablar en el natalicio del Dr. King en la iglesia donde ofici�, la iglesia bautista Ebenezer en Atlanta. Hay una joven blanca de treinta y tres a�os de edad llamada Ashley Baia, la cual fue organizadora para nuestra campa�a en Florence, Carolina del Sur. Hab�a estado trabajando para organizar una comunidad mayormente afro americana desde el comienzo de esta campa�a y un d�a ella estaba en una discusi�n de mesa redonda donde cada qui�n fue contando su historia y porqu� estaban ah�.

Y Ashley dijo que cuando ella ten�a nueve a�os, su madre contrajo c�ncer. Y como ella ten�a que perder d�as de trabajo, fue despedida y perdi� su seguro de salud. Tuvieron que declararse en bancarrota, y en ese momento fue cuando Ashley decidi� que ten�a que hacer algo para ayudar a su mam�.

Ella sab�a que la comida era uno de los gastos m�s caros, as� que Ashley convenci� a su madre que lo que realmente le gustaba y lo que verdaderamente quer�a comer m�s que nada eran emparedados de mostaza y pepinillos. Porque eso era lo m�s barato para comer.

Hizo esto por un a�o hasta que su mam� se mejor�, y ella les dijo a todos en la mesa redonda que la raz�n por la cual se uni� a mi campa�a fue para poder a ayudar a millones de otros ni�os en el pa�s que tambi�n quieren y necesitan ayudar a sus padres.

Ahora, Ashley pudo haber escogido algo diferente. Quiz�s alguien le dijo por el camino que la fuente de los problemas de su madre era los negros viviendo de la beneficencia p�blica, y demasiado perezosos para trabajar, o hispanos que ven�an a este pa�s ilegalmente. Pero ella no lo hizo. Ella busc� aliados en su lucha contra la injusticia.

En todo caso, Ashley finaliza su historia y luego va alrededor de la sala y les pregunta a todos los dem�s porqu� est�n respaldando la campa�a. Cada quien tiene historias y razones diferentes. Muchos resaltan un tema espec�fico. Y finalmente llegan a este anciano negro que ha estado sentado callado todo este tiempo. Y Ashley le pregunta porqu� �l est� ah�. El no menciona ning�n asunto espec�fico. No dice cuidado de la salud o la econom�a. No dice educaci�n o la guerra. No dice que est� ah� por Barack Obama. Simplemente dice a todos en la sala, "Estoy aqu� por Ashley."
"Estoy aqu� por Ashley." Por s� mismo, ese momento singular de reconocimiento entre esa joven blanca y ese anciano negro no es suficiente. No es suficiente con darles cuidado de salud al enfermo, o trabajo a los desempleados, o educaci�n a nuestros ni�os.

Pero es por donde empezamos. Es donde nuestra uni�n se hace m�s fuerte. Y como tantas generaciones han llegado a darse cuenta a lo largo de los doscientos veinti�n a�os desde que una banda de patriotas firm� ese documento en Philadelphia, ah� es donde comienza la perfecci�n.

   
Obama's speech on race, Reverend Wright

Una unión más perfecta, discurso del Senador Barack Obama , Derechos Reservados 1976-2009 �  Dra. Gloria M. S�nchez Zeled�n de Norris. Presione aqu�    para comunicarse con la artista